La financiación es una herramienta esencial para impulsar la economía personal y empresarial. Solicitar fondos a terceros nos puede ayudar a afrontar un gasto con el que no contábamos, acceder a un bien costoso (como la compra de un inmueble o un vehículo), invertir a largo plazo para mejorar nuestra economía y, en el ámbito de los negocios, es un excelente método para ganar liquidez. En definitiva, la financiación bancaria es el mecanismo que permite a organizaciones e individuos obtener el capital necesario para alcanzar sus objetivos financieros.
Entre los productos bancarios de financiación más populares se encuentran las tarjetas de crédito, los préstamos personales o las hipotecas, entre otros. Cada uno tiene unas características y obligaciones diferentes, por lo que debemos analizar nuestras necesidades y capacidad financiera con atención antes de decidirnos por una u otra fórmula. En este artículo, exploraremos qué es la financiación bancaria, qué tipos hay y cómo puedes utilizarla sin poner en riesgo tu salud financiera.
¿Para qué sirve la financiación bancaria?
Una nevera nueva, una avería en el coche, costear los estudios de nuestros hijos… A veces tenemos que asumir gastos imprevistos y, en otras ocasiones, aunque son planificados, no disponemos del ahorro suficiente para hacerlo o no queremos echar mano de ese colchón financiero. En estos casos, la financiación puede ser un gran aliado.
Se trata de un mecanismo según el cual una persona o entidad capta fondos, es decir, consigue recursos financieros para poder adquirir bienes o servicios o para realizar algún tipo de inversión. También se puede utilizar para saldar deudas, como ocurre cuando agrupamos todos los préstamos en uno solo o cuando, teniendo una hipoteca, solicitamos un crédito para pagar un gasto imprevisto o para aprovechar una oportunidad de inversión.
Las entidades financieras ofrecen diferentes tipos de financiación, que pueden ser a corto, medio o largo plazo en función de la cantidad y el destino del capital:
- Adquisición de bienes: Un buen ejemplo de financiación a largo plazo para la adquisición de bienes son los préstamos hipotecarios. En este caso, el solicitante pide una gran suma de dinero a la entidad financiera para comprar un bien de gran valor, como es una vivienda, en un amplio plazo de tiempo. Esto le permite construir un patrimonio, aunque no cuente con la totalidad de los recursos para hacerlo, mientras sigue afrontando los gastos cotidianos con tranquilidad.
- Proyectos a corto plazo: En ocasiones surgen gastos imprevistos que nos trastocan el presupuesto de todo el mes, como la compra de un electrodoméstico, la visita al dentista o un viaje inesperado. Las tarjetas de crédito son una excelente solución para estas necesidades financieras temporales. Por ejemplo, la tarjeta fracciona de bankintercard en la modalidad de pago a fin de mes te da la posibilidad de fraccionar compras sin intereses con un importe máximo de 500 euros hasta 13 meses. Esta solución te permite mejorar la calidad de vida, accediendo a bienes y servicios sin necesidad de echar mano a tus ahorros.
- Inversión en activos: Otra forma de ampliar nuestro patrimonio y mejorar nuestra salud financiera a largo plazo es la inversión. Si eres de los que les cuesta ahorrar, una buena solución es contratar un plan de pensiones que a la larga complemente la pensión estatal, invertir en un fondo o adquirir un terreno que se revalorice con el tiempo. En este caso, la financiación te permite realizar esta inversión sin desviar fondos de tu cuenta para las operaciones diarias.
- Expansión de negocios: Los autónomos y las empresas a menudo necesitan capital para expandir y modernizar sus negocios, adquirir equipos o contratar personal. La financiación bancaria proporciona los fondos necesarios para llevar a cabo estas iniciativas de crecimiento que a la larga darán beneficios, mientras se mantiene el flujo de caja y la liquidez.
- Refinanciación de deudas: Hay momentos en los que pedir un préstamo personal puede sacarnos de un apuro, sin llegar a sobreendeudarnos, aunque ya tengamos otras vías de financiación abiertas. Por ejemplo, cuando tienes una hipoteca, pero necesitas un empujón financiero para disfrutar de unas vacaciones en familia o cuando decides agrupar todos los préstamos en uno solo. En el caso de los autónomos, la financiación puede ser un gran alivio para adelantar el IVA hasta que los clientes abonen las facturas por los servicios prestados.
Ventajas de la financiación
La financiación ofrece numerosas ventajas tanto a particulares como empresas. La principal es el acceso a capital que, de otro modo, no se podría reunir para aprovechar oportunidades, afrontar gastos, emprender proyectos o realizar inversiones a largo plazo.
Asimismo, proporcionan una extraordinaria flexibilidad en los plazos y el uso de los fondos. Así, mientras las hipotecas facilitan capital a largo plazo para adquirir bienes costosos, los préstamos personales y las tarjetas de crédito permiten sufragar los gastos del día a día sin comprometer los ahorros ni la estabilidad financiera.
En el caso de las empresas, la financiación permite modernizar y expandir el negocio, gestionando mejor los riesgos financieros y mejorando la solvencia de la organización. De este modo, se vuelven más competitivas y fortalecen su posición en el mercado.
Cómo funciona la financiación
El proceso para obtener financiación puede variar dependiendo del producto financiero (préstamo o crédito), el importe, la institución que lo proporcione y el perfil crediticio del solicitante. Por ejemplo, en los préstamos se suele disponer de todo el capital de golpe, mientras que en los créditos se utiliza solo el dinero que se necesite en ese momento y se pagan intereses solo por esa cantidad. En general, los pasos básicos de cualquier procedimiento de financiación son los siguientes:
- Evaluación y selección del tipo de financiación: Lo primero es saber qué cantidad vas a necesitar y para qué. Esto te facilitará la selección del producto financiero que más te interesa.
- Solicitud: Una vez seleccionado el tipo de financiación y la entidad, deberás presentar una solicitud formal con toda la documentación necesaria.
- Evaluación crediticia: La institución financiera evaluará tu solvencia mediante la revisión de tu historial crediticio, ingresos y otros factores relevantes, como si estás incluido en algún listado de morosidad o si tienes otras vías de financiación abiertas.
- Aprobación y formalización: Si la solicitud es aprobada, se pasará a firmar el contrato formal, donde se especifican los términos y condiciones del producto. Esto incluye las tasas de interés, el plazo de amortización y las garantías requeridas.
- Desembolso de fondos: Una vez formalizado el acuerdo, la entidad financiera desembolsará los fondos. Por lo general, realiza una transferencia a tu cuenta bancaria o te facilita una tarjeta de crédito de la que podrás obtener el efectivo hasta el límite establecido.
- Obligaciones financieras: Durante la vigencia del contrato, deberás cumplir con el calendario de pagos, lo que incluye el abono de los intereses y la amortización del principal.
Como ves, la financiación es una herramienta importantísima para el desarrollo económico de particulares y empresas. Utilizada de forma responsable, proporciona acceso a los recursos necesarios para alcanzar nuestras metas económicas, sin comprometer la salud financiera ni el bienestar.